lunes, 16 de noviembre de 2009

Autobiografía

¡Quiero ser maestra!” recuerdo haber dicho al terminar la escuela primaria y tener que elegir en que secundario quería seguir mis estudios. No me importaba si era privado o del estado, si mixto o de mujeres solamente; lo que quería era una orientación que me formara para mi ya clara decidida vocación. Evidentemente algo de mi experiencia educativa ya me había marcado y impulsado ese deseo de ser docente. Sin embargo, mi recuerdos escolares no comienzan en ese momento sino mucho antes.

De mi paso por el jardín de infantes poco tengo para decir solo algunas efímeras imágenes, como pedirle a mi mamá que tocara el timbre de la puerta y se escondiera así parecía que venía sola, los juegos en el parque con mis amiguitos o que había que saberse la fecha completa y sin errores para poder izar la bandera; hecho que en ese momento nos encantaba y era un orgullo, no como en la primaria que si la seño te elegía era un “quemo”. Ya el jardín de infantes estaba marcando mi camino hacia la exogamia y la socialización..

El comienzo de la primaria fue mas complicado, seguía mi escolaridad en un colegio del estado y los docentes por reclamos salariales pararon un mes entero así que las clases comenzaron recién en abril. La escuela quedaba a dos cuadras de casa y recuerdo haber llegado varias veces hacia la puerta solamente para leer el cartel que decía que continuaba el paro. Mis sensaciones del recorrido por la primaria son muy variadas. Por un lado, recuerdo un momento de mucha inocencia a comparación de varios compañeros y, por el otro, una gran familiaridad porque iban todos los chicos del barrio. Muchos con los que a la tarde, cuando ya habíamos terminado la tarea, jugábamos un rato, en la casa de alguno o en la calle, cosa que fuimos perdiendo a medida que pasaban los años y la situaciones sociales se fueron modificando. La maestra que más me marcó, paradójicamente, no fue la de primer grado, sino Eliser, la maestra de lengua y ciencias sociales que tuve en sexto y séptimo grado. Recuerdo la manera que tenía de explicar y la modalidad de trabajar con guías de estudio y luego la explicación. Pero por sobre todo me llamaba la atención que también fuera abogada, ella siempre me decía que la docencia y la abogacía le gustaban mucho y que había decidido hacer las dos carreras, las cuales se podían complementar. Creo que algo de eso quedó resonando en mí, aportándome la posibilidad de que no tenía que cortar las posibilidades de estudiar alguna otra carrera que también me gustara mucho.

Al terminar la primaria debía elegir a que colegio secundario ir ya que la escuela donde iba solo tenía instrucción primaria. Recuerdo que fue charlado en casa y, por mi clara vocación que relaté al comienzo, es que decidí junto con mis padres ir a un colegio secundario con orientación docente. Teniendo en cuenta todo esto es que es que se dio la elección del que sería mi futuro colegio, sumando, sin saberlo más experiencias que contribuirían a mi futuro rol docente.

¡Que nervios que tenía antes de empezar! Sobre todo porque el colegio tenía primaria y venía un grupo compacto de 25 chicas, algunas juntas desde jardín de infantes, al que se les íbamos a sumar cinco nuevas. Pese a los nervios, la integración fue buenísima. Pasé a ser una más como si nos conociéramos de toda la vida. De esta etapa tengo los mejores recuerdos de todos, la adolescencia y las amigas, las salidas, los desamoríos, los viajes juntas, etc. Desde el colegio ayudaron mucho a esta integración y a la unión general de nosotras. Muchos son los profesores que recuerdo, pero sobre todo, la metodología que usaban para trabajar. Trabajábamos con planes de estudio, que eran como las guías que ya estaba acostumbrada a usar desde la primaria. El trabajo en clase constaba de tres momentos, el trabajo personal, que era la realización con búsqueda bibliográfica de los planes de estudio, después la puesta en común en donde las alumnas junto con el docente exponíamos lo trabajado y luego el control, que era la evaluación de esa unidad. En quinto año esta modalidad se modificó ya que había un plan de “libertad responsable” que era como lo llamaban. El mismo consistía en un estudio independiente con clases obligatorias y optativas para irnos acostumbrando al régimen de la facultad.

Ya llegaba el final del colegio secundario y tenía que decidirme que seguir. En ese momento mi vocación ya no estaba tan segura, es decir, me seguía encantando la docencia, pero también se me habían sumado dos carreras más que me llamaban la atención: la psicología y la historia. Estaba tranquila que las dos se complementaban con la docencia y entonces hablé con mi profesora de historia y con la psicología y les pregunte todo, todo, todo lo que me intrigaba. Finalmente psicología ganó la pulseada.

La elección de la universidad no fue difícil, yo quería estudiar en la UBA. Hice el CBC en el 2000 y ya al entrar en la carrera en el 2001 había un ambiente social muy revolucionado. Fue un año con muchos paros, con muchas idas y venidas, con muchos rumores de cierre de la facultad; en el medio el atentado a las Torres Gemelas y ya para fin de año, la crisis que todos conocemos. Mi recorrido continuó y avancé en la carrera. Criticando a la UBA. Queriendo a la UBA. Hubo de todo, pero sobre todo rescato aquellos profesores que hicieron interesantes las clases, más allá de la modalidad elegida para dictarla, pero que lograron llamarme la atención.

Mi contacto con la docencia seguía. En los primeros años de la carrera, daba clases particulares y después un amigo de la facultad me ofreció un trabajo de preceptora. Recuerdo que cuando me llamó me dijo: “me acordé de vos porque este trabajo creo que te va a encantar”, y así fue. Dos años después tomaba, en el mismo colegio, una suplencia como docente de psicología y metodología de la investigación por cuatro meses.

Paralelamente me recibí, me dieron la titularidad de ambas materias y luego comencé el profesorado.

lunes, 29 de junio de 2009

Experiencia de la práctica



Llegué a la última materia del profesorado, llena de los típicos rumores de pasillo: que es la más fácil, que es cansadora, que requiere mucho trabajo, etc.


En el devenir de este cuatrimestre pude confirmar algunos de esos rumores pero, por otra parte, ninguno definió completamente lo que me pasó durante la cursada.

Traer experiencia docente, en el nivel medio, me jugo a favor y en contra también. Por un lado, me favoreció al saber de qué hablaban cuando hablaban de la práctica, es decir, las cuestiones me sonaban conocidas, pero por otro lado, no tan conocidas, ya que cada nivel educativo tiene sus particularidades. También, creo que confundida por eso conocido pero no tanto, es que tuve que pensar y repensar actividades que debían estar dirigidas a otro grupo, que no es el que me es habitual...y eso llevo su tiempo.

Creo también, que si diera media vuelta y me pudiera ver en la primer clase de la materia y ahora, en las instancias finales, muchas cosas he aprendido. Me cuesta enumerarlas pero estoy segura que aprendí porque ya no soy la misma y cuando un cambio se produce significa que algo sucedió....En este caso sucedieron los aprendizajes.

lunes, 22 de junio de 2009

VIRTUDES CHOIQUE

Había una vez una escuela en medio de las montañas. Los chicos que iban a aquel lugar a estudiar, llegaban a caballo, en burro, en mula y en patas. Como suele suceder en estas escuelitas perdidas en un lugar, tenía una sola maestra; una solita, que amasaba el pan, trabajaba una quintita, hacía sonar la campana y también hacía la limpieza.

Me olvidaba: la maestra de aquella escuela se llamaba Virtudes Choique. Era una morocha más linda que el 25 de Mayo. Y me olvidaba de otra cosa: Virtudes Choique ordeñaba cuatro cabras, y encima era una maestra llena de inventos, cuentos y expediciones.Esta del cuento, vivía en la escuela. Al final de la hilera de bancos, tenía un catre y una cocinita.

Los chicos no se perdían un solo día de clase. Principalmente, porque la señorita Virtudes tenía tiempo para ellos. Además sabía hacer mimos, y de vez en cuando jugaba al fútbol con ellos. En último lugar estaba el mate cocido de leche de cabra, que Virtudes servía cada mañana. La cuestión es que un día Apolinario Sosa volvió al rancho y dijo a sus padres:

--¡Miren, miren...! ¡Miren lo que me ha puesto la maestra en el cuaderno!

El padre y la madre miraron, y vieron unas letras coloradas. Como no sabían leer, pidieron al hijo que les dijera; entonces Apolinario leyó:

--"Señores padres: les informo que su hijo Apolinario es el mejor alumno".

Los padres de Apolinario abrazaron al hijo, porque si la maestra había escrito aquello, ellos se sentían bendecidos por Dios.

Sin embargo, al día siguiente, otra chica llevó a su casa algo parecido.

Esta chica se llamaba Juanita Chuspas, y voló con su mula al rancho para mostrar lo que había escrito la maestra:

--"Señores padres: les informo que su hija Juanita es la mejor alumna".

Y acá no iba a terminar la cosa. Al otro día, Melchorcito Guare llegó a su rancho chillando como loco de alegría:

--¡Mire, mamita...! ¡Mire, Tata...! La maestra me ha puesto una felicitación de color colorado, acá. Vean: "Señores padres: les informo que su hijo Melchor es el mejor alumno".

Así los cincuenta y seis alumnos de la escuela llevaron a sus ranchos una nota que aseguraba: "Su hijo es el mejor alumno".

Y así hubiera quedado todo, si el hijo del boticario no hubiera llevado su felicitación. Porque, les cuento: el boticario, don Pantaleón Minoguye, apenas se enteró de que su hijo era el mejor alumno, dijo:

--Vamos a hacer una fiesta. ¡Mi hijo es el mejor de toda la región! Sí. Hay que hacer un asado con baile. El hijo de Pantaleón Minoguye ha honrado a su padre, y por eso, lo voy a celebrar como Dios manda.

El boticario escribió una carta a la señorita Virtudes. La carta decía:

--"Mi estimadísima, distinguidísima y hermosísima maestra: El sábado que viene voy a dar un asado en honor de mi hijo. Usted es la primera invitada. Le pido que avise a los demás alumnos, para que vengan al asado con sus padres. Muchas gracias. Beso sus pies, Pantaleón Minoguye; boticario".

Imagínense el revuelo que se armó. Ese día cada chico voló a su casa para avisar del convite.

Y como sucede siempre entre la gente sencilla, nadie faltó a la fiesta. Por eso, ese sábado todo el mundo bajó hasta la casa del boticario, que estaba de lo más adornada. Ya estaba el asador, la pava con el mate, varias fuentes con pastelitos y tres mesas puestas una al lado de la otra.

Enseguida se armó la fiesta. Mientras la señorita Virtudes Choique cantaba una baguala, el mate iba de mano en mano, y la carne del cordero se iba dorando.

Por fin, don Pantaleón, el boticario, dio unas palmadas y pidió silencio. Todos prestaron atención. Don Pantaleón tomó un banquito, lo puso en medio del patio y se subió. Después hizo ejem, ejem, y sacando un papelito leyó el siguiente discurso:

--"Señoras, señores, vecinos, niños. ¡Queridos convidados! Los he reunido para comer el asado aquí presente, para festejar una noticia que me llena de orgullo. Mi hijo, mi muchachito, acaba de ser nombrado por la maestra, doña Virtudes Choique, el mejor alumno. Así es. Nada más ni nada menos..."

El hijo del boticario se acercó al padre, y le dio un vaso con vino. Entonces el boticario levantó el vaso y continuó: --"Por eso, señoras y señores, los invito a levantar el vaso y brindar por este hijo, que ha honrado a su padre, a su apellido, y a su país. He dicho".

Contra lo esperado, nadie levantó el vaso. Nadie aplaudió. Nadie dijo ni mu. Al revés. Padres y madres empezaron a mirarse unos a otros, bastante serios. El primero en protestar fue el papá de Apolinario Sosa:

--Yo no brindo nada. Acá el único mejor es mi chico, el Apolinario.

Ahí nomás se adelantó colorado de rabia el padre de Juanita Chuspas, para retrucar:

--¡Qué están diciendo, pues! Acá la única mejorcita de todos es la Juana, mi muchachita.

Pero ya empezaban los gritos de los demás, porque cada cual desmentía al otro diciendo que no, que el mejor alumno era su hijo. Y que se dejaran de andar diciendo mentiras. A punto de que don Sixto Pillén agarrara de las trenzas a doña Dominga Llanos, y todo se fuera para el lado del demonio, pudo oírse la voz firme de la señorita Virtudes Choique.

--¡Paren...! ¡Cuidado con lo que están por hacer...! ¡Esto es una fiesta!

La gente bajó las manos y se quedó quieta. Todos miraban fiero a la maestra. Por fin uno dijo: --Maestra: usted ha dicho una mentira. Usted ha dicho a todos lo mismo.

Entonces sucedió algo notable. Virtudes Choique empezó a reírse loca de contenta. Por fin, dijo:--Bueno. Ya veo que ni acá puedo dejar de enseñar. Escuchen bien, y abran las orejas. Pero abran también el corazón. Porque si no entienden, adiós fiesta. Yo seré la primera en marcharme.

Todos fueron tomando asiento. Entonces la señorita habló así:--Yo no he mentido. He dicho verdad. Verdad que pocos ven, y por eso no creen. Voy a darles ejemplo de que digo verdad:

"Cuando digo que Melchor Guare es el mejor no miento. Melchorcito no sabrá las tablas de multiplicar, pero es el mejor arquero de la escuela, cuando jugamos fútbol...

"Cuando digo que Juanita Chuspas es la mejor no miento. Porque si bien anda floja en Historia, es la más cariñosa de todas...

"Y cuando digo que Apolinario Sosa es mi mejor alumno tampoco miento. Y Dios es testigo que aunque es desprolijo, es el más dispuesto para ayudar en lo que sea...

"Tampoco miento cuando digo que aquel es el mejor en Matemáticas...pero me callo si no es servicial.

"Y aquella es mi peor alumna en ortografía, ¡pero es la mejor de todos a la hora de trabajo manual!

"¿Debo seguir explicando? ¿Acaso no entendieron? Soy la maestra y debo construir el mundo con estos chicos. Pues entonces, ¿con qué levantaré la patria? ¿con lo mejor o con lo peor?

Todos habían ido bajando la mirada. Los padres estaban más bien serios. Los hijos sonreían contentos.Poco a poco cada cual fue buscando a su chico. Y lo miró con ojos nuevos. Porque siempre habían visto principalmente los defectos, y ahora empezaban a sospechar que cada defecto tiene una virtud que le hace contrapeso. Y que es cuestión de subrayar, estimular y premiar lo mejor.

Porque con eso se construye mejor. Cuenta la historia que el boticario rompió el largo silencio. Dijo:--¡A comer...! ¡La carne ya está a punto, y el festejo hay que multiplicarlo por cincuenta y seis...! Comieron más felices que nunca. Brindaron. Jugaron a la taba. Al truco. A la escoba de quince. Y bailaron hasta las cuatro de la tarde

sábado, 20 de junio de 2009